Los cambios

Las casas son siempre iguales, no importa si las paredes se pintan de varios colores, se les cuelgan cosas, o se quedan peladas, lisas. Los muebles se mueven y ubican en nuevos lugares, pero siguen siendo los muebles de siempre sin importar la funda, los colchones o los adornos que se les adhieran. De las miles de combinaciones posibles que se pueden presentar entre las cuatro paredes surge la misma esencia, una y otra y otra vez.
En mi caso, he intentado todo para cambiar mi pequeño habitáculo, pero he fallado cada vez que lo he intentado, obteniendo siempre el mismo resultado: el mismo lugar, las mismas cosas. He traído cosas nuevas, pero el efecto novedoso no se extiende en el tiempo y, como si se tratase de un organismo vivo, el espacio lo asimila y lo moldea hasta que termina por no resaltar y pasa a ser compañero de todo lo que allí se encontraba previamente.
Después de mucho tiempo me percaté de que lo único pasible de verdadera mutación era yo. Los cambios materiales siempre iguales respondían a cambios internos siempre distintos. Y lo sorprendente es que, pese a todos los cambios internos y externos, el lugar que habito se ha encontrado deshabitado en una gran parte de su superficie. Considerando que es un lugar pequeño, uno puede pensar cómo es que hay una parte deshabitada de una casa plenamente ocupada. Para resolver esto me dediqué a buscar aquellos lugares que siempre habían sido de tránsito, o aquellos que sólo eran un espacio que mediaba entre dos muebles, o un rincón al lado de la mesa a la cual había pasado tanto tiempo sentado.
Entonces comencé a ocupar esos espacios, espacios a veces pequeños, que obligaban a desplazar algún mueble para que mi cuerpo cupiese, pero siempre buscando alterar lo mínimo posible la disposición de original de las cosas. Así, lentamente, fui descubriendo nuevos espacios y el pequeño lugar se fue volviendo más y más grande. Los rincones olvidados se volvieron lugares de lectura, los marcos de las puertas un buen lugar para comer algo al paso, los callejones entre muebles un buen lugar para dibujar y así.
Las cosas siguen siendo las mismas, ya no las cambio ni de lugar ni de formato, no adhiero nada nuevo, sólo dejo que me guíen cuando yo cambio por dentro y necesito otra perspectiva para poder volver a quererlas como había olvidado hacerlo.

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