No fallar

Despertar es un acto automático. Levantarse requiere heroísmo. Sentado en el borde de la cama, con los ojos entrecerrados, pienso "¿y ahora, qué?". No tengo la fuerza ni la voluntad para enfrentar otro día, pero debo hacerlo, siempre debo hacerlo. 
El mundo no me quiere y yo le respondo con mi total y absoluta carencia de empatía. Sin huevos para el suicidio y en falta con la hipocresía, lo que me queda es no fallar día a día. La gente intenta lograr cosas. Yo intento no cagarla, arruinar lo poco que me sostiene. Generalmente, no me sale.
Voy a ciegas tanteando las paredes hasta llegar al baño. Prendo la luz, y en el momento en que decido abrir los ojos, me enceguezco. Poco a poco mis ojos se acostumbran. Me meto rápido bajo el agua de la ducha para volver a la vida.
Vuelvo a mi habitación secándome. Recién veo el reloj. Tendría que haber salido para el trabajo hace 35 minutos. Tarde por tarde, ya estoy fallando, nada importa.
Revuelvo la ropa a medio usar tirada en el piso. Me visto. Desayuno una manzana arenosa para poder tomar mis happy pills y que no me revienten el hígado. Un pucho, entre noticias de gente muerta, gente desaparecida, gente golpeada y no tanto, putas reventadas y dedos señalando y acusando hacia todos lados.
La calle hierve de pelotudos que se chocan entre sí, viejas en zig zag y otros sin rumbo que sólo estorban. Siento que camino pero no lo estoy haciendo bien. Arrastro un poco los pies. Debo entrar en modo vivo, urgentemente.
Tarde al trabajo y contemplo por delante una tanda de horas dónde no debo fallar, pero sé que lo voy a hacer. Y varias veces. No importa la energía ni la buena onda que le ponga. El modo stand-by es obligatorio. Como en una suerte de experimento, parece que no estoy haciendo lo que tengo que hacer y fallo, pero también fallo cuando no hago lo que nunca me dijeron que haga.
Me sirvo una gran taza de café para levantar un poco. Dejo pasar un tiempo prudencial para asegurarme que las happy pills ya están en mí. Puedo sentir el efecto, así que vomitar es lo siguiente. El stand-by rinde hasta la hora de salida. 
Camino un poco, buscando algún bar para meterme, pero recuerdo que no puedo beber. Beber va contra las happy pills. Malditas sean. Ni siquiera son tan efectivas como un par de cervezas.
Hoy es el día, al carajo con todo. Cuando llego a mi casa, agarro un cutter y me siento en la bañadera. Llevo también conmigo una botella de vino para suavizar el viaje. Corto profundo en las muñecas, hacia arriba. Evito los tendones así puedo sostener la copa.
La sangre empieza a brotar.
Me dejo ir.


—Wow wow wow, no chabón, te fuiste a la mierda.

—¿Por? ¿Qué pasó?

—Muy fuerte, che. Esto al lector promedio no le gusta.

—El lector promedio sabe que la gente se muere. Eso o el lector promedio es medio pelotudo.

—La escena del suicidio es muy fuerte.

—El lector promedio sabe que la gente se suicida.

—Sí, pero no tan directo. O podés buscarle una vuelta un tanto más alegre.

—Es alegre. No se corta los tendones y puede sostener la copa de vino.

—...

—Bueno, está bien.


Hoy es el día, al carajo con todo. Cuando llego a mi casa, abro de par en par el ventanal que da a la calle para que entre un poco de aire fresco. Agarro una botella de vino que tenía reservada, descorcho y me siento tranquilo a leer. El libro habla de no fallar, pero el personaje falla una y otra vez. Oh, casualidad.
Suena el teléfono y cuando me paro a responder, tropiezo con el cable del ventilador. Con los reflejos disminuidos por el vino, no puedo agarrarme de nada y caigo por la ventana. Antes de terminar de descender los once pisos que me separan de mi espantosa muerte, pienso "fallé".



—Sí, un poco mejor, pero siempre con la muerte.

—Se trata de no fallar.

—Sí, pero no habla mucho de eso. Es más, en vez de "No fallar" se podría llamar "Happy Pills".

—No tienen tanto que ver. Las happy pills son para resistir tanta cagada seguida, fallar y fallar. Suicidarse es fallar peor. Y morir en un accidente pelotudo, hasta te diría que es cómico.

—Un poco de alegría, eso te pido. Hacé eso y la gente te va a leer un poco más. Recordá que lo negativo no atrae.

—¿Querés alegría? Ahí van las buenas vibras.


Hoy es el día, al carajo con todo. Cuando llego a mi casa, abro la agenda y llamo a toda la gente que le hice daño para pedirle disculpas. Luego, vacío mi alacena y mi heladera y preparo kilos de comida que luego reparto en la calle a la gente que no tiene hogar.
Cuando termino, subo a mi unicornio blanco que despide rayos de arco iris por el ano y me voy volando.



—Un detalle...

—Lo del arco iris por el ano.

—Exacto.

—Dale.


Hoy es el día, al carajo con todo. Cuando llego a mi casa, abro la agenda y llamo a toda la gente que le hice daño para pedirle disculpas. Luego, vacío mi alacena y mi heladera y preparo kilos de comida que luego reparto en la calle a la gente que no tiene hogar.
Por primera vez vez en mi vida, no fallé. Ya comprendí.
¡Oh, que bella es la vida!



—Bieeeeeeen, ahí va.

—¿Te gustó?

—Me encantó. Lo va a leer todo el mundo.

—Que bueno.

—Bueno, me voy yendo. Hablamos después.

—Dale, cuidate.


Bajo y voy al chino de la cuadra. Compro un par de boludeces y escondo en mi campera lo realmente caro. La vez pasada me cobraron cualquier cosa, ahora karma, perras.
Antes de subir le rayo con una llave el auto al hijo de puta de mi vecino que la semana pasada me cerró la puerta del ascensor en la cara.
Cuando estoy arriba, me asomo y escupo por el balcón. Le emboco un buen moco a un pelado que pasa caminando.
Me siento bien.

Bienvenidos a la vida, alegres.

Fito

Rodolfo toma un trago de su lata de gaseosa sabor lima limón. La resaca es cruel.
Un compañero de trabajo se acerca.
—Che, fito...
—No me digas "fito".
—Te llamás Rodolfo, ¿cómo querés que te digan?
—Ya es bastante jodido tener treinta años y llamarme Rodolfo. Mis padres me destinaron al fracaso de entrada.
—No es tan serio. Miralo a Fito Páez.
—Fito Páez construyó su carrera sobre la base de no llamarse Rodolfo.
—Le puso ese nombre a un disco.
—Justo cuando no quedaba nada. Mal ejemplo. Aparte, "fito" aliviana todo. Hitler se llamaba Adolfo. Imaginate si lo hubiesen apodadado Fito Hitler. El Holocausto en manos de un Fito. Hilarante o doblemente trágico.
—Una boludez.
—Como Fido Dido.
—Fito Hitler: "La solución final a la sed".
(Risas incómodas)




Visiones del Paraíso

Lloran a la sombra porque el sol sólo da verdad.
Se comen las uñas ñaca ñaca ñaca y las escupen hacia un lado ptup ptup ptup. 
Nadie los ve.
Escupen ptup ptup ptup y más ptup ptup ptup.
Nadie los ve porque todos los quieren. Nadie los ve.
Quieren que los vean y con el viejo ptup ptup no lo logran. Es por eso que agarran la cuchilla más grande, la alzan hacia el cielo y derraman sus lágrimas de pobres víctimas de la nada misma que nada pasa.
La cuchilla quieta en el aire.
Ou ou ou nuestras pobres vidas de oro sin platino.
La cuchilla baja sobre su mano y alguno dedos se desprenden. Ay ay ay no se salen todos y entonces un poco más fuerte. Serruchan y ñaca ñaca hasta que la sangre inunda la habitación. Llega hasta los tobillos y en segundos hasta la rodillas. Los dedos cercenados flotan. La sangre es rosa y líquida como el agua. Algo no anda bien. Ou ou ou mis diamantes diamanticos.
Todos los ven. Todos los quieren.
Corren y se sientan al sol, riendo. Los cinco dedos en cada mano.
El ojo derecho parpadea. La mano derecha tiembla. Visiones del Paraíso en llamas.
Llora por mí que yo debo reír. Junta la pena entre los escombros para luego repartirla y que los abrazos se multipliquen.
Nadie los ve.

Clonazepam

Desde un pucho mal apagado sube una fina línea de humo que hace un par de remolinos y se pierde hacia el techo. El techo está demasiado cerca de la cabeza.

—Tu problema es que sos un cínico sin posibilidad de recuperación— dice ella.

—El problema es que hay una posibilidad de recuperación y eso me trastorna bastante— responde él. Tal vez no sepas el significado de "cínico" y hayas esperado todo este tiempo para decírselo a alguien en pos de herirlo. Ni mella. Será problema tuyo que yo no le sonría a los bebés.

—No te querés a vos mismo y eso hace que odies a los demás.

—La autoestima está demasiado sobre valorada, como los bebés y sonreírle a los bebés. También los cachorros, los días de sol en una plaza y decir que sí.

—No se puede hablar con vos.

—Creo ser uno de los pocos con los que se puede hablar de algo. Si hablar es sonreír y asentir, entonces nunca he dicho una palabra en mi vida.

Ella se para. Está descalza, con una remera larga que le llega hasta la mitad del culo, sin nada debajo de la remera. Los pezones se marcan al frente. Prende un pucho y le da un par de pitadas largas. Hace que fumar sea un acto delicioso.

—No nos pongamos tensos, corazón. Después de todo, sólo somos vos y yo y la lluvia ahí afuera— dice él, en un tono suave.

—¿No podés querer? ¿Tanto te cuesta?— ella grita, el humo sale desordenado de su boca.

—Quiero todo lo que quiero pero no quiero ni un centímetro más allá de aquello. No puedo empatizar con alguien ni asimilar algo que no es mío y que no debería serlo, sobre todo si es algo que corre por las venas y estalla en el cerebro.

—Nadie quiere a alguien con tanta carga negativa.

—Nadie quiere a nadie. Todo es egoísmo. Me decís que hay que querer, pero el querer está condicionado por recibir mucho dando poco y porque siempre salga todo bien. Cuando las cosas se ponen difíciles corren a sus cuevas, que la realidad no los toque, que no vean derramar una lágrima. Lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo.

—Una lástima que pienses así. Te perdés algo grandioso, te perdés poder amar.

—El concepto "amor" es como el concepto "buena salud". La buena salud sólo consiste en que no mueras más rápido de lo que deberías. Nunca te va a pasar que el médico te diga "tiene usted unos pulmones de acero, puede fumar cinco atados por día y va a vivir hasta los 120 años sin problemas", te conformás sólo con un "no es cáncer". Con el amor pasa lo mismo. Cuando la mierda de espesa todo se viene abajo y comienzan los discursos constituidos por frases hechas.

—No puedo escucharte un segundo más— dice ella, mientras se para y comienza a vestirse—. No creo que nos volvamos a ver.

—Una lástima. Me encanta verte fumar.