Freud al toilette

Soñé que me cagaba. Fue un sueño vívido. Aunque respetando esa estructura carente de lógica de todo sueño, lo que sucedía contenía demasiados elementos de la realidad como para pensar que no podía estar sucediendo.
Estaba en la casa de un amigo. Mirábamos televisión. Él sentado y yo de pie. Su novia estaba en la casa y estaba por entrar a bañarse. Cuando veo que su entrada es inminente le pido por favor me deje pasar antes que sólo demorará un segundo. Lo hago a sabiendas de que voy a demorar bastante pues, un tanto sí y un tanto no, la evacuación intestinal ya estaba en desarrollo. Por alguna extraña razón el inodoro estaba al lado de la cama y yo, repentinamente, sin ropa más que un malogrado calzoncillo blanco. Me saco el calzoncillo que está húmedo pero limpio. El problema es mi mano, empastada en un puré naranja casi en su totalidad. Obvio, no hay papel, así que la limpio sobre la cerámica que contiene el portarrollos vacío.
Por alguna extraña razón, lo que separa mi pudor de la charla que mantienen mi amigo y su pareja al otro lado, es un cortinado que se encuentra corrido. Puedo ver cómo hablan entre ellos. Y si puedo ver eso, significa que ellos pueden ver la poco alegre situación que está teniendo desarrollo en el inodoro al lado de la cama. ¿A quién se le ocurre tener un dormitorio/baño con ventanal con las cortinas corridas a un lado? ¿Es una nueva onda de diseño arquitectónico? Así no se puede, mejor cruzo al baño. Sí, parece que todo este tiempo hubo un baño baño. No cocina/baño ni living/baño, BAÑO. Me muevo con sigilo, pero al momento de abrir la puerta para cruzar, encuentro que la novia de mi amigo estaba parada con shampoo y toalla en las manos esperando su turno para entrar. Sin perder un segundo, pasa. El sudor frío baja por mi espalda al pensar en la maravillosa intervención que encontrará en la habitación. Me meto al baño y cierro la puerta. Mala suerte porque el baño también tiene un ventanal y puedo ver cómo la novia de mi amigo se baña en un jacuzzi. La cama que se encontraba al lado del inodoro ahora es un jacuzzi. Ignoro esa información ya que me encuentro a cubierto, pues pese a haber un ventanal, la pared llega hasta mis hombros. Y si apenas veo la cabeza de mi amigo viendo tv y la cabeza de su novia en el recién instalado jacuzzi, eso significa que de mi existencia sólo se ve mi cabeza, por lo que puedo avocarme, por vez primera, a hacer fuerza y evacuar mis intestinos como es debido. Me relajo y dejo que todo fluya.
Me doy cuenta que estoy en mi cama y la sensación de calor húmedo entre mis piernas resulta placentera hasta que me doy cuenta que estoy en mi cama, estoy en mi cama, estoy en mi cama y lo que sucedió fue un sueño. Pronto acude a mi memoria la vez que de chico soñe que estaba meando al costado de un muelle y me desperté todo meado. Eso significa que… oh no.
Estoy compartiendo la cama con mi novia. Estamos culo con culo. Esto no me puede estar pasando. Dejo que la desesperación me gane por tan solo un segundo antes de meter la mano en mis calzones para confirmar mi peor desgracia. No hay nada. Mi sentido del tacto parece estar equivocado pues la sensación corporal es de haber cagado. Mi cuerpo ha cagado, se siente así. Aún dos tercios dormido, sólo impulsado por la voluntad que da la desesperación, salgo disparado al baño. Enciendo la luz que, aunque me enceguece por un momento, me devuelve al mundo de los vivos y, por suerte en este caso, al mundo de los vivos con el culo limpio.
Me siento un segundo en el inodoro sólo para pensar en lo recién soñado. La sensación corporal sigue vigente y yo ya sin saber qué creer. Salgo de baño y chequeo el reloj. Son las 5 am. Me dormí a las 2 y el despertador debe sonar a las 8. Ya no puedo dormir y no puedo evitar hacer la cuenta de las horas que faltan para volver a hacerlo. Con suerte, quedan 17 horas para que pueda reencontrarme con el descanso. 17 horas de actividades con la batería apenas cargada. El análisis es inequívoco: este día va a ser una MIERDA.