LA MUY TRISTE PERO NO TAN CONOCIDA HISTORIA DEL ALBAÑIL QUE OLVIDÓ CÓMO LEVANTAR PAREDES

Nico es un enviado del pasado. Un escriba del suyo y del mío que trae en su anotador el recuerdo más inefable de tres eones atrás -de cuando podía vomitar y seguir de fiesta-. Cuando me pongo finoli, Nico me recuerda de mi gusto por los cigarros mentolados y la cerveza Quilmes Stout. Cuán lejos me encuentro de esos gustos. Otra persona en el mismo envase, como para seguir la comparación en la línea “bebidas”. Me hace pensar en vos, que ya estás tan lejos de mí cómo esos mundanos placeres. Pienso en qué pasó, en mi gusto por los mentolados y en mi gusto por vos. Pienso qué cambió, si la nobleza del mentol, vos o yo. Pienso en los puchos, en su delicioso sabor y en el cáncer que te dan. Compartís una de esas cualidades con el cigarro. Alpiste, no es el sabor.
Comparto los últimos pedazos del año como quien me invita al recuerdo, a desnudarse por última vez. Sostuve un abrazo prolongado y fuimos a comprar cerveza para empezar callados el repaso de la historización. No pude decir que no. En los laberintos de las conclusiones se encuentran huecos del confort donde es imposible salir, esto puede ser peligroso en la proyección, en la extensión de la vida. ¿Qué es acaso un hombre perdiendo tiempo en la ganancia de una soledad que espanta? Será asomarse por la ventana para ver el sol o ver las persianas cerradas, será imaginarse las historias de las personas que pasan caminando, pensando en sus miserias, en las veces que estuvieron triste o si alguna vez fueron felices. La estabilidad de una lata abollada contra el piso con el fondo de cerveza caliente, quizás es lo que quedó de nosotros. Es eso, o el ruido del aire acondicionado de un micro que me separa de tu encuentro.
Alguna vez, en estas fechas organizábamos un viaje de auto descubrimiento, esas cosas que de jóvenes pensábamos que nos iban a dar aire. De hecho, llegamos a la montaña, pero sin aire, llenos de pensamientos, de ansiedades y esperanza. Al final todo salió como nunca planeamos. Quizás deberíamos haber entendido que la enseñanza de ese viaje era la espontaneidad, el azar acontecido y no la estructura cultural cicatrizante.
Y mirá que me tuve que ir lejos a ver si encontraba metáforas. Levanté todas las piedras y sólo había puros alacranes enojados. Ahora sólo hace falta que una persona que no te conoce una mierda te regale algún libro de una celebridad de internet, que vas a agradecer y esconder en el placard para que no lo vean en tu biblioteca tus invitados de reuniones futuras y se difume la bruma de snobismo dostoyevskiano con un título vecino como “Andate a la re puta* madre que te re mil parió - *puta es un término peyorativo para referirse a las trabajadoras sexuales y deberías dejar de usarlo”. Tampoco vanagloriemos chupar pijas a cambio de una suma fija de dinero, pienso. No es que sea malo per se, pero tracemos la línea en algún lado porque si todo está bien entonces no hay nada que esté mal y la verdad que no quiero ver que la sociedad colapse por banalidades como un masaje escrotal a 500 pe. Pero ve y sé libre. Lo que sí, no me voy a quedar al lado tuyo para pasarte servilletas de papel para que te limpies el guascazo que te quedó en las tetas. En lo que sí estoy de acuerdo es en la certeza de volverse contra uno mismo como herramienta de superación o por simple amor a la entropía. Ya es domingo. Que la certeza la tengan las piedras, que pueden volar y abrirle la mollera a un cristiano que venía de que lo rajen de su laburo de bachero en Constitución.
El símbolo de una sociedad extraviada, donde el ruido y el concepto te violan el cerebro, alojan en las noches de insomnio la dialéctica universal de encontrarnos con nuestros demonios y permitirles hacerse una paja virtual con los vagos residuos del amor. Que vas a solucionar, si en tus espaldas, en vez de flecharte el cupido, te hizo caca desde un séptimo piso y vos abriste la boca y te tragaste todo. Lo creíste y lo hiciste verdad. En los axiomas del desenlace es universal sentirte bien estando mal. De tantas veces que nos encontramos sellamos todo con indiferencia y a otra cosa mariposa, total mañana vendrán otras transformaciones y diré que me gusta el jazz, total no vas a estar para decir que solo lo escuchaba por consecuencia de tu compañía.
“Si me gusta el cadáver exquisito, ¿eso quiere decir que soy un caníbal literario?”, digo y todos ríen y agitan el blend de Malbec y Cabernet de sus copas. Cuando vuelvo a casa me acurruco en la cama pensando si soy gracioso o soy un boludo. Y vos pensás ¿qué carajo tiene que ver todo esto con todo y entre sí? ¿Quién es Nico? ¿Fumabas mentolados? La verdad es que ya ni sé. La tesis de este mamarracho hermoso intentaba ser sobre la certeza. No lo pensamos bien por falta de tiempo. Es domingo y con la caída del sol suena la alarma que indica que hay que preparar la espada porque se acerca la hora en la que los enemigos invisibles se corporizan.



Cadáver exquisito junto a Nico, amigo y poeta de brevestiemposraros.blogspot.com