D de DERROTA

No sé si alguna vez alguien leerá esto, aunque no pierdo la esperanza de que mi historia caiga en las manos correctas y se propague. Quiero que se sepa que aún existe la resistencia, que somos pocos pero perduraremos. De todas maneras, lo dudo, ellos llegaron para quedarse.
Siempre comparo lo sucedido con la calvicie: los pelos van cayendo de a uno, a lo largo de los años, hasta que un día, sin comprender cómo fue que sucedió, te das cuenta que estás pelado. Esto fue lo mismo. Recuerdo la primera señal. Como todas las cosas, uno no comprende hasta que le pasa a uno. Había tenido una mala semana. Parece que en esos últimos días el mundo se había puesto de acuerdo para hacerme la vida difícil. Nada grave, sólo días innecesariamente complicados. Por esto, al llegar el viernes, estaba con un humor de perros. En la noche del viernes me junté con la chica con la que estaba saliendo. Ahora que lo pienso, debería haberme dado cuenta del cambio en sus gestos ni bien comencé a hablar. Estábamos tomando una cerveza, sentados en el sillón, haciendo zapping sin detenernos en ningún canal. Me preguntó cómo había estado mi semana, por lo que mi reacción fue la esperada: responder. Cuando le conté que había tenido una semana de porquería y que habían puesto mal algunas cosas que habían sucedido, su primera respuesta fue un gesto de desagrado, el cual entendí iba dirigido hacia lo malo de mi historia, no hacia mí. De haber sabido que esa situación se estaba replicando en miles de hogares al mismo tiempo. Cuando terminé de contarle ella me dijo que no entendía. No entendía cómo podía estar de malhumor, cuando la vida es tan hermosa y todo se soluciona con amor. Sos demasiado raro y triste, me dijo. Pensé que era un chiste, así que me reí. "Cínico", me dijo como respuesta a mi risa. Ahí ya no entendí más. Le expliqué que no, que sólo habían sido días difíciles que me habían afectado y no me sentía, precisamente, en un pico de felicidad. Me dijo que no podía tolerar tanta oscuridad, se paró y se fue sin que pudiese hacer nada para detenerla. Obviamente, no volví a saber de ella.
Pasaron los meses y comencé a notar que algo andaba mal. Mis relaciones de pareja se iban a pique ante la primera ausencia de sonrisas. Nadie quiere estar con alguien negativo, me dijo una antes de dejarme. Otra me regaló libros de autoayuda. Con otra fui a un festival de abrazos en el Tigre, "para sentir la conexión con otros" me dijo. Basura neo hippie y placebos espirituales.
Hablando con un par de amigos, me di cuenta que era una tendencia que crecía. Comencé a preocuparme cuando fue noticia que en el mismísimo palacio de gobierno, el presidente había llevado a cabo una "limpieza espiritual". Al principio bromeé al respecto, pero a nadie le causó gracia, es más, recibieron la noticia con alegría, como un cambio necesario. Y ese fue el principio del fin.
La primera víctima fue el humor. Podría decirse que desapareció por completo en el lapso de un par de años. Lo que quedó fue su esqueleto, un concepto vacío. Se llamaba "comedia" a cosas que no eran ni remotamente graciosas. La estructura estaba, pero no había nada detrás de ella. Es más, arriesgo a decir que se había convertido en una forma socialmente aceptada de adicción. La gente comenzó a atender a esas veladas con el fin de generar una risa forzada que les permitiese mostrarse alegres ante los demás. No fue inesperado que en esos espectáculos se dieran las primeras purgas. Como todos sabemos, la vigilancia más efectiva no es la que ejerce el soberano directamente sobre sus súbditos, sino la que los súbditos ejercen entre ellos. Es por eso que digo que eran una forma socialmente aceptada de adicción. Allí iba la gente que no podía reír y que, por temor ante las crecientes desapariciones, forzaba su risa delante de los demás para que nadie sospechara. Recuerdo preguntarle sobre esto a una persona que vivía en la calle. Le pregunté si era feliz, a lo que respondió que no le faltaba nada. Luego le pregunté hace cuánto que no comía. Dos días me dijo. El pobre tipo estaba en los huesos, cubierto de mugre, con la desesperación pugnando por salir. Pero no, repitió que tenía todo lo que necesitaba, y cuando insistí que no, que ni siquiera tenía lo necesario para poder sobrevivir, me dijo que el amor era todo lo que necesitaba. Estaba por ceder, iba a hacerlo, pero una chica se detuvo cerca nuestro y comenzó a mirarnos fijamente. Como acto reflejo comenzamos a reírnos, el linyera y yo, hasta que la mujer siguió su camino. Cuando se iba pudimos ver, rápidamente, que en su muñeca tenía el tatuaje que distinguía a los que comenzamos a llamar Opti, un tatuaje de un símbolo de infinito que en una parte escribe la palabra love. Los Opti se volvieron reconocibles poco después de que comenzaron las prohibiciones de películas y la quema de libros bajo el lema "Todo estuvo, está y estará bien. Siempre". Los bautizamos así por "optimistas", ferreos adherentes al Movimiento por la Alegría, la Paz y la Felicidad en el Mundo.
Han pasado cinco años desde que pasé a la clandestinidad. No sé qué ha sido de mi familia ni amigos. Sobrevivo escabulléndome en medio de la noche para buscar comida.
Ya están sobre mí. Puedo oír su himno de batalla acercándose, Celebra la vida de Axel. Es cuestión de minutos, este es el fin. Pero no, no capitulo. ¡Antes muerto que contento!

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